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Acción reparadora, amonestaciones y suspensiones. Esos son los castigos que pueden sufrir los estudiantes que llegan ebrios al colegio luego del llamado UPD (Último primer día), una forma de festejar el inicio del sexto año de la secundaria que se extiende por el país y que en muchos casos incluye excesos y descontrol. En San Juan se han registrado casos en varios establecimientos, pero hasta el momento no se conoce sanción alguna y casi ningún directivo habló del tema, bajo el argumento de que no conoce de qué se trata.

Las sanciones están contempladas en los códigos de convivencia de cada escuela, como una forma de determinar un régimen disciplinario y que el alumno aprenda el concepto de autoridad (si hago tal cosa, los profesores me pueden amonestar). Eso es lo que justamente flaquea con el UPD, en donde alumnos del último año de la secundaria organizan en una casa o finca una fiesta que dura toda la noche del domingo anterior al inicio de clases y en una suerte de desafío a las autoridades escolares, pasan de largo y muchos llegan borrachos al colegio.

El Ministerio de Educación dicta pautas generales de conducta a respetar y bajo esa línea, explicó Mónica Gutiérrez, jefa del área de Gabinetes de esa cartera, cada establecimiento, sea público o privado, tiene su propio acuerdo de convivencia y allí se establecen los castigos para los que no lo cumplen.

Los códigos de convivencia varían entre sí, pero responden a un lineamiento general. Más o menos específicos, según Gutiérrez, de todos surge que estar ebrio en la escuela es una violación a las normas y que esa acción conlleva una sanción. Unos marcan que el alumno se debe presentar en buenas condiciones y en otros, la prohibición de asistir bajo los efectos de alguna sustancia.

La sanción más leve que tienen a la mano los profesores y directivos para reafirmar el concepto de autoridad y hacer respetar el régimen disciplinario es la acción reparadora, que consiste, por ejemplo, en hacer un trabajo práctico sobre los efectos nocivos del alcohol. Y las otras dos son las tradicionales amonestaciones que se acumulan y una suspensión.

Uno de los interrogantes en los tiempos que corren es cómo comprueba el docente que el chico está borracho. No se le puede hacer un test de alcoholemia, pero sí hay otro método. Gutiérrez contó que al adolescente no se lo deja ir hasta que llegue uno de los padres y verifique la situación y que después se llena un acta que lleva la firma de los adultos presentes. Así, buscan resguardarse de futuras acciones contra la medida que eventualmente se tome.

Este diario verificó que, en San Juan, como en el resto del país, es cada vez más común el festejo del UPD y que hay alumnos que se exceden y no reparan en irse directamente a la escuela aun cuando están alcoholizados. Los casos se conocieron a través de las redes sociales y bastón con una consulta para la confesión de los jóvenes.

De ahí que llama la atención que casi ningún directivo consultado  declarara estar al tanto de la situación, más cuando tomó mucha fuerza en la previa del inicio del ciclo escolar de este año. Salvo la vicerrectora de la Escuela Normal Sarmiento, todos dijeron que no saben de qué se trata y que no tuvieron ningún caso.

Si se toparon con alguno, o se lo guardaron para que no se sepa del problema en su colegio o miró para otro lado. Gutiérrez aseguró que hasta el Ministerio de Educación no llegó el alerta de ninguna autoridad de escuela.

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