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El rescate de varios sobrevivientes entre los escombros en Turquía levantó el ánimo este viernes de los cansados equipos de búsqueda, cuatro días después de que un gran terremoto sacudiera el país y la vecina Siria, provocando la muerte de más de 21.000 personas.

El frío, el hambre y la desesperación azotan a cientos de miles de personas, que se quedaron sin hogar en pleno invierno a causa del terremoto más mortífero de la región en décadas.

Varias personas fueron sacadas de entre los escombros de los edificios durante la noche, entre ellas un niño de 10 años salvado con su madre después de 90 horas en el distrito de Samandag de la provincia de Hatay, en el sur de Turquía.

También en Hatay, una niña de siete años llamada Asya Donmez fue rescatada después de 95 horas y trasladada al hospital, informó la agencia de noticias estatal Anadolu. En Diyarbakir, al este, Sebahat Varli, de 32 años, y su hijo Serhat fueron rescatados y trasladados al hospital el viernes por la mañana, 100 horas después del primer sismo.

Pero se desvanecían las esperanzas de encontrar a muchos más con vida entre las ruinas de miles de edificios derrumbados en pueblos y ciudades de toda la región.

El número de víctimas fatales del sismo de magnitud 7,8 y de varias potentes réplicas en ambos países superó los más de 17.000 muertos de 1999, cuando un terremoto de potencia similar sacudió el noroeste de Turquía.

El sismo se sitúa ahora como el séptimo desastre natural más mortífero de este siglo, por delante del temblor y posterior tsunami de Japón en 2011 y acercándose a los 31.000 muertos que causó un terremoto en el vecino Irán en 2003.

La catástrofe puso en duda que las elecciones turcas del 14 de mayo se celebren a tiempo. Un responsable turco declaró el jueves que el desastre plantea «dificultades muy serias» para la votación, en la que se espera que el presidente Tayyip Erdogan se enfrente a su reto más difícil en dos décadas en el poder.

En vista de la indignación por los retrasos en la entrega de ayuda y en la puesta en marcha de las labores de rescate, es probable que la catástrofe influya en la votación, en caso de que se celebre.

La ayuda de la ONU comenzó a llegar el jueves desde Turquía al noroeste de Siria, controlado por los rebeldes, después de que el seísmo interrumpiera una línea de ayuda vital para unos 4 millones de personas.

No obstante, las labores de socorro en Siria se vieron complicadas por los 11 años de guerra civil que dividió el país. Estados Unidos instó al Gobierno del presidente sirio, Bashar al-Assad, a permitir inmediatamente el paso de la ayuda por todos los pasos fronterizos.

En la provincia siria de Idlib, controlada por los rebeldes, Munira Mohammad, madre de cuatro hijos que huyó de Alepo tras el terremoto, declaró: «Aquí todo son niños, necesitamos calefacción y suministros. Anoche no pudimos dormir porque hacía mucho frío. La situación es muy mala».

Muchas personas montaron refugios en aparcamientos de supermercados, mezquitas, bordes de carreteras o entre las ruinas. Muchos sobrevivientes están desesperados por conseguir comida, agua y calefacción, mientras que en las zonas más afectadas escasean los aseos en funcionamiento.

Alrededor del 40% de los edificios de la ciudad turca de Kahramanmaras, epicentro del principal seísmo del lunes, resultaron dañados, según un informe de la Universidad turca de Bogazici.

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