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Los castigos consistían en obligarlos a hacer entre 30 y 50 “lagartijas”. En cargar baldes llenos de arena, mientras debían decir “soy un pelotudo”. Recibían golpes con rebenques. A uno de los niños, incluso, llegaron a ponerle pimienta en sus genitales. Todo esto y otras cosas más sufrían, supuestamente, tres niños que eran golpeados por su padrastro y su propia madre.

El caso fue denunciado en noviembre del 2020 por los tíos de los chicos. Y en principio, el único acusado fue Pedro Alberto Ramos Figueroa –el padrastro de los niños- y en marzo último la jueza de Ana Carolina Parra lo procesó por el delito de lesiones en perjuicio de uno de los niños. La investigación en el Segundo Juzgado Correccional se profundizó y los testimonios de los propios hermanitos, de entre 9, 11 y 13 años, revelaron que los tres sufrían maltratos de todo tipo y que su madre, Yolanda Marisel Maldonado, también era participe de las golpizas.

Los padres de los chicos están separados. A mediados del 2020, la mamá formó pareja con Ramos Figueroa y se fue a vivir al domicilio de éste en Caucete. La mujer se llevó a sus tres hijos varones y a su beba. Los chicos declararon que, en principio, el hombre parecía bueno, pero con el tiempo empezó mostrar su lado violento.

El más grande de los niños recordó que la última paliza fue una semana antes de que contaran todo a sus tíos.  Que aquella vez, la pareja de su mamá le pegó con un rebenque que tenía alambres y le provocó las heridas en las piernas y brazos. Los hermanos dijeron que, cuando se enojaba con los tres, los obligaba a hacer de 30 a 50 lagartijas y les hacía acarrear baldes con ripio y arena mientras lo miraba y los insultaba. Recordaron que, en una ocasión, el hermano mayor se cansó y Ramos Figueroa le dio otro castigo peor: lo tomó del cuello y metió su cabeza en un balde de agua. El más chico contó que su hermano casi se ahogó. En otra parte dijeron que a uno de ellos le pusieron pimienta en sus genitales.

Los maltratos eran físicos y psicológicos. El hombre supuestamente dibujaba sobre los cuerpos de los chicos figuras de cruces y un diablo fumando y les aseguraba que se los tatuaría. Los asustaba diciéndoles que los encerraría en una cueva en el campo y los dejaría allí de lunes a viernes. Les hacía participar del “Juego de la Copa” o los amenazaba señalando que, en el futuro, “ustedes me van a traer plata y si no van a salir a la ruta con la cartera», según datos de la causa.

Un médico legista constató las heridas en el mayor de los niños. Por eso procesaron a Ramos Figueroa por el delito de lesiones en perjuicio de ese chico. La jueza Ana Carolina Parra y su secretario, el doctor Francisco Nicolía, profundizaron la investigación a partir de los dichos de los niños y no sólo contra el padrastro, también en torno a la mamá.

Los crudos testimonios de los niños reforzaron las sospechas que el hombre maltrataba a los tres y que la madre lo consentía y participaba de los castigos. “Cuando él nos pega, ella (por la mamá) se ría, se ríe mucho», dijo el mayor de los niños. El hermano del medio, contó que “nos pegaba mi mamá, con el rebenque de los caballos… Se levantaba (de la siesta) y nos pegaba … en la espalda, en la cabeza, en la pierna … a mí no me pegaba con el rebenque de alambre, me pegaba con el otro, el de los caballos, me pegó ahí en el tobillo… La mami hacía cosas que no se pueden hacer…» El más pequeño dijo algo parece.

Eso derivó que, en estos días, la jueza Parra dictara un segundo procesamiento contra Ramos Figueroa por lesiones leves, ahora por las agresiones a los tres niños. Además, procesó Yolanda Marisel Maldonado por el mismo delito, pero agravado por el vínculo. A ambos le dictó prisión preventiva y los envió al penal de Chimbas.

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