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El equipo de Almirón sufrió, lo dio vuelta y pasó de los silbidos a la locura en el final. Con un golazo de Advíncula y un cabezazo de Varela a los 98′, logró una victoria muy necesaria para la Copa.

El gol de Advíncula apagó el infierno, el de Varela desató otro, pero el volcán sigue en erupción. Esta noche será tan recordada por el zurdazo del peruano y el cabezazo salvador del 5, también por un Valentín Barco heroico que rescató al equipo de las tinieblas y que probablemente le permita a más de uno dormir de corrido. Pero también por los insultos de una Bombonera hastiada, con gritos que no se escuchaban desde la era pre Carlos Bianchi. Boca, ahora, se debate entre su Doctor Jekyll y su Mister Hyde, y en esa lucha interna se definirá su futuro: si es el desastre que fue durante gran parte del partido o es esa fuerza incontenible que le permitió ganar un partido increíble. Un escenario tan abierto, tan cambiante, como la noche en la que todo estuvo a punto de volar por los aires.

Apenas Fory perforó el arco de Romero, un tsunami de furia bajó de las bandejas de la Bombonera. “Jugadores, la concha de su madre, a ver si ponen huevos, que no juegan con nadie”. El hartazgo del hincha rompió con una regla de oro, acuñada desde los tiempos de gloria del Virrey: al jugador de Boca no se lo putea. Hasta eso se hizo añico después de ver otra actuación de arranque deplorable, de un devenir mediocre, que se dio vuelta por el golpe emocional del empate, y que solamente así, a puro golpe del corazón, logró rescatarse. Habrá que ver si esta inyección de adrenalina logra encaminar a un equipo que, futbolísticamente, volvió a mostrarse perdido…

La alegría de Boca (AFP). La alegría de Boca (AFP).

Hasta el empate se vio el Boca de siempre, El que pateó una vez al arco en 35 minutos, después de un inicio de dolor de ojos… Está claro que para este plantel no hay rivales fáciles, ni chicos, ni puntos que se cuenten antes de tiempo. Porque el rival de Boca es Boca y después el contrario que se cambia en el otro vestuario. Demasiado tiempo hace, ya que este equipo no convence desde el juego, porque ahí está la génesis de esta crisis. Porque cuando Boca dejó de ganar quedó expuesta su escasez de imaginación, de variantes, de nivel individual, de plan…

Es de esperar que la victoria le permita a Jorge Almirón tener la calma para que su idea se asiente. Su plan estuvo ausente: Boca fue el mismo que se perseguía la cola con Ibarra, el que jugaba confundido, apurado, sin amor propio. Salvo el inicio del segundo tiempo, con otra jugada de Barco que Villa resolvió bien (su tiro se fue apenas ancho) y por otro tiro libre del colombiano, el que estaba más cerca de ganar era Pereira, con un plan sencillo, eficaz.

El triunfo agónico es un bálsamo para todo Boca, pero lo de este martes por la noche fue un paréntesis emocional que se agotará rápido si el equipo no se encuentra. Los insultos explotaron en la cara de los jugadores, pero las esquirlas fueron para todos. También para Juan Román Riquelme, cuyo paraguas de idolatría ya no es impermeable…

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