Spread the love

«Si Dios quiere, vamos a crear una moneda para América Latina, porque no tenemos que depender del dólar», soltó el ex presidente de Brasil y favorito para ganar las elecciones nuevamente en octubre próximo Luiz Inácio Lula da Silva. Inmediatamente, agitó el avispero en la región. La idea de una integración monetaria en Sudamérica no es nueva y registra debates en la historia reciente, aunque nunca se llegó a concretar un proyecto. No hay consenso sobre cómo funcionaría y cuáles serían las consecuencias de aplicar un sistema de esta naturaleza.

El proyecto fue en verdad propuesto originalmente por Fernando Haddad, economista, ex alcalde de San Pablo y el hombre que asumió la candidatura presidencial del Partido de los Trabajadores en 2018 cuando Lula fue encarcelado. Lo hizo en un artículo que firmó el 1 de abril pasado en el diario Folha de Sao Paulo junto a Gabriel Galípolo, ex presidente del Banco Fator y colaborador del gobierno del propio Lula (2003-2011). Según el texto, la moneda se llamaría «Sur» y «sería emitida por un Banco Central Sudamericano, con una capitalización inicial hecha por los países miembros, proporcional a sus respectivas participaciones en el comercio regional».

Aunque la propuesta inicial de estos economistas del PT era crear una moneda para Sudamérica, en su discurso Lula lanzó la idea de extenderla a toda Latinoamérica. La capitalización se realizaría «con las reservas internacionales de los países» o con «un impuesto sobre las exportaciones de los países fuera de la región». La intención de Haddad y Galípolo es que se use fundamentalmente para «flujos comerciales y financieros entre los países de la región».

En este sentido, los dirigentes propusieron que esta nueva moneda sea digital para el sistema intercomercial de los países, aunque al estar respaldada por un banco central y no por la tecnología blockchain no se trataría de una criptomoneda. Los tipos de cambio entre Sur y las diferentes monedas nacionales serían «flotantes», por lo que cada país podrá decidir si adopta Sur también a nivel nacional o mantiene su propia moneda.

Pros y contras de una moneda común

En diálogo con El Destape, el economista e investigador Marcelo Bruchanski reflexionó sobre este tipo de ideas: «Argentina y Brasil ya tienen el SML, por lo cual se podría promover una ampliación que vaya en ese sentido». El Sistema de Monedas Locales (SML) es un mecanismo que permite realizar operaciones en las monedas de los países que integran el Mercosur. Por medio del SML, las transacciones tienen un costo menor porque se logran mejores tasas de cambio. La operación del sistema se define por medio de convenios bilaterales celebrados entre los Bancos Centrales de los Estados.

«Ya hubo varias intenciones de todo tipo y color… es algo que viene desde la década del 90 en paralelo a la creación del Euro. Tenemos una visión eurocentrista, aquella conversión tenía una visión neoliberal con metas de ese tipo y los gobiernos de la región intentaron copiarlo», afirmó Bruchanski. A contramano de una reforma de estas características, el economista señaló: «Para mi es más importante un sistema de compensación que la creación de una unidad de cuenta. La unidad de cuenta solo te sirve para medir».

Respecto a cómo puede influir el programa acordado con el FMI en un mecanismo de integración, Bruchanski destacó que el Fondo restringe este tipo de instrumentaciones regionales, aunque no se trata de un «factor prohibitivo». Según el economista, «se podrían buscar alternativas con el organismo para negociar un cambio de estas características».

Por su parte, el director de la consultora EPyCA, Martín Kalos, apuntó que la idea de una moneda única «evita que las crisis macroeconómicas golpeen a un lado y otro de la frontera con la fijación de devaluaciones». Sin embargo, explicó: «Eso tiene un pero y es que para Argentina y Brasil es mucho mas importante que el otro país crezca que una devaluación. Si Brasil devalúa o se aprecia, no cambia significativamente la balanza comercial con Argentina, pero si crece económicamente, le compra mas bienes a la Argentina».

«Otro punto a favor es que facilita el comercio regional, y a partir de ahí, ayudaría al Mercosur como bloque económico para negociar con mucha mas fuerza y tener mayor capacidad de reacción y capacidad frente a crisis internacionales», sostuvo Kalos. Igualmente, puso reparos: «Para armonizar una cohesión necesitas confluencia de normativa laboral, tributaria, políticas de exportación, la construcción de un sistema estadístico compartido, políticas de desarrollo afines que vayan hacia una integración productiva. Es un proceso que lleva muchos pasos previos».

En ese sentido, remarcó que «sin ese proceso de integración económica, la integración monetaria es un fantasma porque puede terminar pasando que las diferencias entre países generen que las crisis nacionales sean abarcadas sin una herramienta monetaria o cambiaria». Y agregó: «Esto le pasó a Grecia, España, Italia, por ejemplo con las crisis de deuda soberana».

Desde una visión diplomática, el vicepresidente del Parlasur por Argentina, Oscar Laborde, se mostró entusiasmado con la idea expresada por Lula y analizó: «Tiene dos lecturas. La evidente necesidad de reemplazar el dólar, que viene avanzando con el crecimiento del comercio chino y la guerra que acrecienta este tipo de debates. Hay países que comercian con monedas comunes en la actualidad».

«Lo segundo es la voluntad por la unidad regional, es un gesto fuerte. Me parece imprescindible en un mundo que tiende a ser multipolar, ya que esto impulsaría el comercio», sumó Laborde. Al mismo tiempo, subrayó que la creación de una hipotética moneda «es interesante por el respaldo que hace cada país y quienes comercien por fuera de la región. Por ejemplo, si comercio con Turquía se aplica un impuesto que va a las reservas de esta nueva moneda».

El antecedente

En 2009 fue aprobada la creación y entrada oficial del SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional).  Ese fue el nombre de la unidad de cuenta común que acordaron adoptar los presidentes y representantes gubernamentales de los países miembros de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA), más Ecuador, que en ese momento no era Estado miembro de la alianza.

El SUCRE buscaba en teoría reemplazar progresivamente al dólar estadounidense en el comercio interregional que existía entre los países adheridos al ALBA (Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Granada, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam y Venezuela). Sin embargo, el objetivo del sistema no se llegó a concretar a pesar de la suscripción de diversos países.

Esta moneda tenía un carácter virtual e iba a ser utilizada en las diferentes transacciones comerciales de los países miembros a través del Banco del ALBA. Los Estados participantes colocan sumas de capital en dicho banco, creando un Fondo de Compensación y otros mecanismos regulatorios, para limar las asimetrías financieras.

La unión ALBA-SUCRE es similar a la del Euro en la Unión Europea y quiere apoyar el comercio interregional y la productividad en la zona. El ALBA ha registrado transacciones comerciales por 3.099.786.072,10 de dólares estadounidenses mediante el Sistema Unitario de Compensación Regional desde su fundación hasta 2015. Sin embargo, cuando Venezuela, principal motor económico del bloque, entró en crisis económica, este proyecto perdió fuerza.

 

fuente: el destape

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *