El hundimiento del Crucero ARA General Belgrano se convirtió en el símbolo de la guerra de Malvinas. “Cuando lo veía hundirse no era un barco lo que se iba, era un pedazo de patria”, recordaba, en una entrevista realizada hace cinco años (cuando tenía 60), el timonel Daniel Omar Agüero, el caucetero que lo maniobró hasta último momento.
El sanjuanino rememoró además el “¡viva la Patria!” que gritaron los soldados hace casi 40 años mientras veían, desde adentro del agua, cómo el barco se sumergía.
El hombre dijo que soñaba con volver a Malvinas timoneando un barco, lugar al que regresa a menudo en imágenes fugaces.
El domingo 2 de mayo de 1982 a las 17 el Belgrano quedaba sumergido, por completo, en el Océano Atlántico. La orden la dio la ministra británica Margaret Tatcher. Los misiles disparados desde el submarino inglés nuclear HMS Conqueror se llevaron 323 vidas.
“NO SE ESTABA HUNDIENDO EL BARCO, SE ESTABA YENDO UN PEDAZO DE PATRIA”
Agüero siempre habló con respeto sobre ese monstruo de 200 metros y 13 470 toneladas que transportaba a 1093 personas. “El Crucero General Belgrano es la nave más grande de Argentina. Tengo el orgullo de haberla manejado. Es la nave insignia del país”, decía, todavía en presente.
Cuando tenía 22 años era cabo segundo de mar y timonel de combate. Ahí su vida cambió para siempre. “Mi especialidad era manejar el timón en situaciones de riesgo”, contó el caucetero que se fue con su familia a vivir a Mendoza cuando tenía 8.
“Yo tomé la guardia a las 15:45 del 2 de mayo. Me informo sobre el rumbo establecido que llevaba en ese momento el buque. A las 16:01 me dan la orden de virar el timón a babor –a la izquierda-. En ese momento se produce el impacto del misil en el sector de la hélice y después el segundo impacto”, relató Agüero.
«A TRAVÉS DE LOS TELÉFONOS RECIBÍAMOS UN MONTÓN DE ÓRDENES, GRITOS VALIENTES, ACTOS DE PÁNICO»
Empezaba el hundimiento. El timonel dijo que “ahí comenzaba una situación límite”. Tenía que “tratar de mantener el barco a flote, porque se estaba escorando a babor”.
“En esa tragedia inmensa, a través de los teléfonos recibíamos un montón de órdenes, gritos valientes, actos de pánico. Había que estar lúcido para saber a quién le estaban dando la orden”, rememoraba, pausadamente, buscando cada una de las imágenes y sonidos en el almacén de la memoria.
Después de 40 minutos de las maniobras de Agüero, el daño de los misiles sobre el crucero pasó a ser irreversible. “El cuerpo responsable del barco, con ingenieros y técnicos, le sugieren al comandante abandonar el buque, porque ya no había manera de que saliera a flote”, contó.
«HABÍA TIMONEADO MÁS DE DOS AÑOS EN PEORES SITUACIONES DE TORMENTA»
Entonces llegó uno de los momentos más difíciles de su vida. Le avisaron que tenían que salir del barco y se le mezclaron las sensaciones. Daniel aseguró que en ese instante hubo «frustración, miedo, coraje, lágrimas».
“Lo que me quedó grabado es cuando abandono ese barco que había timoneado más de dos años en peores situaciones de tormenta. Fue difícil”.
La supervivencia
Afuera, el viento soplaba a más de 100 kilómetros por hora. Las olas medían más de 15 metros. La temperatura era de más de 10 grados bajo cero y una sensación térmica más cruda: 20 grados en negativo. Los tripulantes del crucero se alejaban desesperados del barco.
“Estuve en el agua cinco minutos y subí a la balsa”, dijo el excabo. Y en medio del agua, del frío, la muerte y la desesperación surgió un grito desde el corazón: “Cuando el barco desaparece de la superficie del agua, los soldados, esos argentinos a los que nos tocó el orgullo de defender las islas, gritamos: ‘¡Viva la Patria!’”.
“EN LA BALSA EN LA QUE YO ESTABA ÉRAMOS 20, MÁS UNO FALLECIDO”
Agüero pudo salvar la vida de un marinero subiéndolo a la balsa, que tenía capacidad para 20 personas. “Éramos 20, más uno fallecido”, apuntó.
“En esos momentos hay que mantener el calor para sobrevivir. Entonces uno hasta se orina encima. Es duro”, rememoró. Y aclaró: “Cuando una persona llega a esa situación límite existen dos caminos: el espíritu de supervivencia o el pánico. La persona tiene que estar formada, porque si en ese momento existe el espíritu de supervivencia y no está formada, se muere”.
“EL CRUCERO SE HUNDE EL DOMINGO 2 DE MAYO Y A MÍ ME RESCATAN EL MARTES 4”
En cada balsa había 20 paquetes que contenían agua, comida y golosinas. “Los paquetes no se pueden tocar hasta después de las 72 horas, porque se supone que cuando el barco se hunde estamos hidratados y alimentados como para soportar esa cantidad de horas sin comer. Yo no comí porque tuve la suerte de que me rescataran antes”, explicó.
“El barco se hunde el domingo 2 de mayo a las 17 y a mí me rescatan el martes 4 a las 13:15”. Todo ese tiempo, el sanjuanino navegó entre el frío, la incertidumbre y el miedo a morir.
Prohibido olvidar
Agüero decía que no deseaba olvidar lo que pasó, porque “son situaciones límite que se llevan hasta la muerte, con sus picos de euforia, con sus picos depresivos. En la vida cotidiana hay cosas que arriman más a ese recuerdo y otras que no”.
“SOLAMENTE SE PUEDE CONOCER EL VALOR SI PRIMERO SE CONOCIÓ EL MIEDO”
Daniel hablaba del crucero con admiración: “Ver que ese barco de 200 metros tiene la nobleza de darse vuelta campana… Es decir, no se dio vuelta por completo, no se hundió ni de proa (adelante) ni de popa. Eso hizo que no absorbiera las balsas y las desplazara hacia fuera”. Por eso se salvaron 770 tripulantes.
El veterano aseguró que en un momento límite “uno se acuerda de la familia y no quiere fallar. Entonces nace el valor, el amor y la solidaridad por aquellos compañeros que necesitan ayuda”. “Solamente se puede conocer el valor si primero se conoció el miedo”, resaltó con fuerza en la voz. “Nosotros nos preparamos para la guerra, pero no la deseamos”, aclaró.
«QUIERO IR A MALVINAS TIMONEANDO UN BARCO. AHÍ YA SE CERRARÍA LO MÍO»
En los últimos años, en los que por fin el pueblo empezó a homenajearlos, el timonel aseguraba que por fin sentía que su sacrificio no había sido en vano y que, a veces, «cuando una derrota enseña, es triunfo».
“Volver a Malvinas es una materia pendiente. Quiero ir al lugar en donde se hundió el Belgrano, pero hacerlo timoneando un barco. Es un sueño. Ahí ya se cerraría lo mío”, anhelaba.
-Entrevista publicada originalmente, por el autor de esta nota, en El Diario de la República (2017)-
fuente: TeleSol
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