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El pareja de Vallecito volvió a vestirse de fe y promesantes. Bajo una temperatura ideal, miles de personas fueron llegando desde primera hora para cumplir con la Difunta Correa. Caminando, en bici, a caballo y en todo tipo de vehículos de motor, decena de miles de personas abarrotaron de color y devoción las calles de este pintoresco y místico rincón caucetero.

El sentido del olfato se encendía con el humo de las velas, pero también con el olorcito de las exquisiteces gastronómicos caseras que apostadas a la vera de la calle seducían a los visitantes. Sin dudas, la brisita que llegaba desde los chivos estacados a la llama fue la más comentada.

Los puesteros del paraje vieron invadidos sus locales tanto para expender bebidas y alimentos –con un precio un poquito por encima del habitual-, pero principalmente para satisfacer las ganas de llevarse algún recuerdo alegórico a la Difunta.

Fue tal la cantidad de gente, que en el sector de baños, en la de llegada y salida de colectivos y, principalmente, en la escalera para subir Santuario se dibujaran extensas colas. La paciencia y, principalmente, la fe se encargaron de que todo funcionara a las mil maravillas.

Incluso, se armó todo un dispositivo para regular el flujo de gente hacia la imagen de la Difunta. Por la escalera principal solamente se podía subir y las alternativas cumplieron la función de vías de salida.

Las carpas, los toldos y los asados terminaron de darle al paisaje un marco inigualable. Y no se puede dejar de mencionar el efectivo operativo de control de tránsito a lo largo del camino entre la Ciudad de San Juan y Vallecito.

fuente: tiempo

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