Que nunca hay que dejarse llevar por la primera impresión es una realidad que se comprueba a diario. Miguel González es un ejemplo de ello. Detrás del semblante serio y aspecto hostil se encuentra un hombre que defiende lo suyo, acompaña la juventud, mantiene un humor intachable y juega como si fuera un niño. Oriundo de Bermejo, con voluntad y oficio asumió un desafío que lo llevó hasta Sierras de Chávez: ser DT.
Su presencia en el campo de juego durante el primer partido del cuadrangular de fútbol que se jugó en el marco de la 18º Fiesta de la Chica y el Tomillo no pasó desapercibida. Será quizás porque durante todo el partido se mostró más que inquieto, paseando de un lado a otro sobre uno de los laterales dando indicaciones a los jugadores que se encontraban en la cancha, o por su peculiar forma de vestir.
Es habitual que los directores técnicos usen ropa deportiva o como mucho anden de jeans y chomba. Los técnicos de primeras ligas o equipos grandes suelen incluso portar trajes, algunos con el escudo del equipo en alguna parte. Pero ese no es el estilo de Miguel. Camisa clara manga larga a rayas, pantalón que dejaba lucir un cinturón marrón, zapatillas tipo borceguines, sombrero negro, para refugiarse del sol y el infaltable facón en la cintura. Así llegó hasta el potrero ubicado a 2.100 metros sobre el nivel del mar acompañado de los chicos del Club Atlético San Roque, de Casas Viejas, un pequeño pueblo de Caucete.
Miguel explicó que hace poco entre un grupo de vecinos decidieron volver a activar el club de Casas Viejas, un espacio para contener a la juventud y disfrutar del fútbol. “Nos faltan cosas todavía, como pantalón o medias para el equipo. Pero ya tenemos las camisetas”, comenta orgullo.
No es la primera vez que el equipo bajo la dirección de Miguel llega hasta Sierra de Chávez para participar del torneo en el marco de la fiesta de la localidad. El año pasado también dijeron presente y no querían perderse la edición de este año. Acostumbrados a otras realidades, completamente distintas a las que se viven en las grandes ciudades, llegar hasta Valle Fértil desde Caucete implicó una aventura distinta.
“Salimos el martes en la mañana y llegamos el jueves. Vinimos en caballo y fue un viaje muy lindo. Nos atacó un poco el agua, pero llegamos bien”, aseguró entre risas. Las fuertes lluvias de principio de mes sorprendieron a Miguel y los suyos que, acostumbrados a las sorpresas de la naturaleza, supieron buscar refugio mientras atravesaban camino lejos de la mirada de la ruta.
Culminado el primer partido, el papel de Miguel en la cancha tomó mucho más protagonismo. Mangas arremangadas y sombrero afuera, se paró en medio de la cancha con silbato en mano. Sería el árbitro del segundo partido.
Mientras tanto, de entre la hinchada que se había ubicado en las gradas naturales que ofrecía la sierra no paraban de surgir comentarios de los más creativos y cómicos. “Miguel, correte que están jugando”; “No te acerques Miguel que son más grandotes que vos esos”; o “Árbitro, ¿Qué cobra`?” cuando sonó el silbato culminado el primer tiempo fueron algunas de las frases que hicieron estallar de carcajadas a más de uno.
Entre risas al ser consultado sobre los comentarios pícaros de la tribuna, tras esbozar una mueca aseguró que la mayoría de los chistes eran de “los suyos”. “Toda la gente gritaba y hacía comentarios. Lo importante es que compartimos con la gente de acá, y nos vamos contentos de poder hacerlo”, aseguró.
El equipo de casaca rosada se quedó con el tercer puesto del cuadrangular y sin duda vivieron una experiencia por la que muchos desearían pasar o ni siquiera imaginan que podrían experimentar. Miguel no rechaza la idea de volver a montar su compañero de vida el próximo año, hacer el mismo viaje y llegar nuevamente a Chávez para volver a ponerse en el rol de técnico y ser feliz con los suyos, sin nada más que pedir.
fuente: Tiempo de san juan