En una jornada histórica para el Servicio Penitenciario Provincial, se revelaron los datos preliminares del Primer Censo de la Población Carcelaria. Ocurrió durante las 4° Jornadas de Sociología, en el marco de los 60 años desde la creación de la carrera.

El objetivo de este instrumento fue sintetizar mediante mediciones estadísticas la multidimensionalidad de la realidad para que, a partir de este trabajo, se piensen y diseñen políticas públicas acordes a las realidades de este grupo social, en pos de evitar la reincidencia. En total, se alcanzó una cobertura de campo del 95% de la población, es decir, más de 1600 personas.

El perfil sociodemográfico apunta hacia una población excluida estructuralmente en múltiples dimensiones en las últimas décadas. La combinación de juventudes, masculinidades precarias y vínculos familiares debilitados, sugiere que la privación de libertad es, en gran medida, la culminación de procesos de marginalización previos. En total, residen en la Unidad un 97% de varones y 3% de mujeres; siendo el 78% menores de 42 años, mientras el 53% tiene entre 18 y 32 años. El 75% de los varones tiene hijos, mientras el 92% de las mujeres son madres.

Si bien un 93% declara haber asistido a la educación formal, un 86% del total de la población penal oscila entre el primario y secundario incompletos; un 7% afirmó estar en absoluto analfabetismo. La baja culminación de los estudios refleja un problema de acceso y de continuidad educativa en contextos vulnerables, marcando una necesidad de políticas que intervengan antes de que se produzca la exclusión escolar definitiva. La relación entre la interrupción de las trayectorias educativas y el aumento de las probabilidades de participación en conductas delictivas puede ser un factor a considerar en futuros estudios.

La baja cobertura de salud previa al ingreso (26%) sugiere una vinculación limitada de la población carcelaria a empleos formales o sistemas de seguridad social antes de su encarcelamiento. Esto puede señalar una historia de marginalidad o trabajos informales, donde el acceso a recursos de salud preventiva es mínimo. Las mujeres presentan una leve ventaja en acceso a obra social, pero esta diferencia es menor y parece insuficiente para garantizar atención continua. Este panorama subraya una desconexión de la población carcelaria con sistemas de apoyo social previos, que pueden afectar sus expectativas de atención dentro del sistema penitenciario.

Asimismo, el análisis muestra una alta tasa de inserción laboral temprana, entre los 5 y 14 años. Esto refleja un contexto de vulnerabilidad y desigualdad social, donde la necesidad de contribuir económicamente desde temprana edad puede estar relacionada con la falta de acceso a educación y oportunidades de desarrollo, lo que perpetúa ciclos de pobreza y exclusión.

De la población con enfermedades crónicas (con mayor impacto en mujeres), indica una carga de salud que requiere atención sostenida y específica, especialmente en el tratamiento de hipertensión y diabetes. Esto puede ser indicativo de condiciones de vida previas que contribuyen a la aparición de enfermedades en edades tempranas, especialmente si estas personas experimentaron limitaciones en recursos alimentarios, de actividad física y acceso a atención médica. Las mujeres presentan además condiciones como el tiroidismo, reflejando posiblemente una exposición desigual a factores de riesgo relacionados con su contexto social y roles previos, como las demandas de trabajo informal o cuidado.

Un breve repaso por las trayectorias laborales de los PPL demuestra, asimismo, empleos precarios. Es decir, mayormente sin registración, escaso o nulo acceso a beneficios laborales y pluriinserción laboral, entre otros aspectos.

Este análisis muestra una situación de consumo de sustancias en edades que tradicionalmente están asociadas a la consolidación laboral y social, pero en este contexto reflejan un perfil de marginalidad y riesgo. La mayor incidencia en hombres y en adultos jóvenes resalta la posible necesidad de intervenciones preventivas en estas etapas críticas de desarrollo. La prevalencia del consumo de drogas sugiere que esta población probablemente enfrentó contextos de vulnerabilidad y carencias previas. Esto puede señalar una conexión entre el consumo de sustancias y la integración social, donde la falta de redes de contención o un sistema de apoyo.

 

fuente: diario huarpe

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